De arbusto a árbol

La forma más atractiva de cerrar nuestra propiedad es mediante un seto, es relativamente barato y sencillo de plantar y podemos prever que en unos pocos años estará lo suficientemente tupido para darnos intimidad y sensación de frescor. A cambio tendremos que mantener sus dimensiones con recortes periódicos, de media dos veces al año.

Y tiene una importante ventaja añadida y es la de que los vecinos no pueden oponerse a su plantación siempre y cuando la distancia a la que los plantemos sea igual o mayor a cincuenta centímetros de su propiedad, que es la distancia mínima establecida, por defecto, por el artículo 591 del Código Civil.

La distancia normal entre plantas oscila desde los cincuenta centímetros hasta el metro, a fin de que la pared sea más o menos tupida y dependiendo de la especie.

Pero si descuidamos los recortes de mantenimiento, pronto crecerán en altura, convirtiéndose en auténticos árboles en unos años, y es entonces cuando pueden surgir los problemas.

El primero, que el vecino puede exigir que se arranquen, porque ya no se trata de una plantación de arbustos o árboles bajos sino que son árboles altos, para los que el Código Civil establece una distancia mínima, por defecto, de dos metros.

Otro problema, menos aparente pero más importante, es que los árboles han crecido y parecen sanos y fuertes, pero el hecho es que no han contado con el espacio necesario para su desarrollo como árbol y están desequilibrados, su sistema radical no será el adecuado a un árbol de su porte actual. Su aguante a las inclemencias del tiempo y vendavales no será el esperado.

En las fotos vemos un seto con estas características. Un seto de arizónicas de unos 40 años, podado al principio y luego dejado crecer, una situación lamentablemente muy frecuente. La altura media de los árboles era de 14 m y su diámetro de 20 cm. Había incluso ejemplares que pasaban los 17 m y alguno alcanzaba diámetros de 50 cm, con separaciones entre sí en la mayoría de los casos inferiores a 1 m.

En los dos años previos a su tala se desplomaron dos ejemplares aparentemente sanos y fuertes, originando la intervención de los servicios públicos. Una vez talados todos (87 ejemplares) se pudo observar en muchos de ellos procesos severos de pudrición en el duramen (la parte interior del tronco), que no habían mostrado señales externas. Como es sabido, la pudrición de la madera provoca una pérdida de la resistencia mecánica de los troncos, incrementando el riesgo de caída del árbol, por lo que la actuación, que puede parecer muy drástica, se demostró que estaba plenamente justificada.