Crecen en patios buscando la luz, o en jardines disputándose suelo y espacio con otros árboles, constreñidos por paredes o tapias, estrangulados por vallas y alambradas, rodeados de solados que limitan la humedad que les llega a las raíces, o en suelos empobrecidos por construcciones y vertidos, o casi ahogados por el riego de praderas. Estos factores, entre otros muchos, afectan al crecimiento y desarrollo de los árboles: raíces excesivamente superficiales por exceso de agua, ramas excesivamente finas y alargadas en busca de la luz, rotas por tormentas o nevadas, torcidas por la proximidad de edificios o de otros árboles, jardines envejecidos… Todo esto se traduce en árboles débiles, que tienen y dan problemas.
Es el momento de intervenir. Una poda a tiempo puede conseguir un reequilibrio del árbol, una mejora en su crecimiento e incluso un alargamiento de su vida. Los árboles de un jardín necesitan renovación. Cuando un árbol ha perdido totalmente su estructura y equilibrio o, simplemente, ha llegado al final de su ciclo, se convierte en un problema serio y en un riesgo, y es muy posible que sea necesaria su tala.